
El estrés no siempre grita. A veces se esconde en la piel que se inflama, en el sueño que se interrumpe, en el suspiro que no alcanza. Gestionarlo no significa eliminarlo, sino acompañarlo con conciencia y ternura. Aquí te comparto tres prácticas simples, científicas y profundamente humanas para empezar hoy.
1. 🌬️ Respira… pero exhala lento
Respirar es más que inhalar aire. Es darle ritmo a tu sistema nervioso.
La clave no está en tomar aire rápido, sino en exhalar lentamente, como si soltaras una emoción que ya no necesitas.
Haz la prueba:
Inhala en 4 tiempos
Exhala en 6 tiempos
Repite por 2 minutos
Esto activa el sistema parasimpático, reduce el cortisol y te devuelve al presente.
2. 🤗 Abraza (aunque sea a ti misma)
Un abrazo de 20 segundos puede liberar oxitocina, la hormona del vínculo y la calma.
No necesitas compañía: puedes abrazarte, envolver tus brazos alrededor de ti, y decirte “Estoy aquí”.
Hazlo al despertar, antes de dormir o cuando el mundo se sienta demasiado ruidoso.
3. 😂 Ríe, aunque no haya chiste
La risa no siempre necesita motivo. A veces basta con provocarla para que el cuerpo la crea.
Reír libera endorfinas, relaja músculos tensos y reconfigura tu percepción del problema.
Ideas para invocar la risa:
Videos que te hagan reír sin culpa
Recordar algo absurdo que te pasó
Reír contigo misma por lo que pensabas que era tan grave
💞 Conclusión
Gestionar el estrés no es una técnica, es un acto de amor.
Respira lento, abrázate fuerte, ríe sin permiso.
Tu cuerpo sabe cómo volver a la calma. Solo necesita que lo escuches.